Desde el Infierno - Nocturna especial Halloween - 26/10/13

Desde el Infierno - Nocturna especial Halloween - 26/10/13

 

Algunas de las letras aparecían caídas a los pies del pequeño luminoso que anunciaba el nombre del supermercado, justo debajo estaba la puerta de acceso, era de hoja doble de cristal laminado grueso, aparentemente estaba intacta, era de apertura manual, no tenía célula de detección, al fin y al cabo era un local modesto, “de pueblo” tal y como le dijo Rodrigo.  En la nave anexa al supermercado había un bar, toda la fachada del mismo era una enorme cristalera que daba a la explanada donde ahora se encontraban y que hasta hace no demasiado tiempo alojaba los coches de los clientes que venían a hacer sus compras o a tomarse un café.  Ambos, mercado y bar, constituían una única construcción, una nave de tipo industrial alargada, en forma de rectángulo, la entrada donde estaban mediría algo más de 30 metros.

 

Ahora, a parte del Nissan Navara en el que habían llegado, solo se veían 3 coches más, un viejo Renault 4L de color indeterminado marcaba el extremo izquierdo del edificio, tenía las ruedas pinchadas y aspecto de no haberse movido del sitio en mucho tiempo.  Más cerca de la puerta del supermercado, en los pocos metros de aparcamiento que tenían una fina capa de cemento se encontraba un raido Citroen Xsara que antaño tuvo una brillante capa de azul marino que el tiempo se había encargado de suavizar hasta dejarla convertida en una especie de gris marengo apagado.  A su lado había un Mercedes clase B que desentona con el resto por ser mucho más nuevo que los anteriores. 

 

El Nissan se detuvo en el centro del aparcamiento, a unos 20 metros del Mercedes y equidistante del 4L.

 

Gabriela fue la primera en bajar del Navara, le costó algo más que un pequeño esfuerzo abrir la puerta; de manera artesanal habían blindado el todoterreno como habían podido, cogiendo materiales que habían ido encontrando en su camino desde el sur de Madrid.  A la puerta del copiloto, de la que descendió la chica, al igual que al resto de ellas, le habían acoplado varias gruesas chapas de acero estampado que habían encontrado en una obra cubriendo unos socavones para permitir el paso de los coches y de los peatones, en unos desguaces de la carretera habían cogido rejilla metálica que Rodrigo y Aitana habían superpuesto a los cristales de los parabrisas de los extremos del vehículo. Todas las ventanillas se encontraban cubiertas en su totalidad por el metal de las planchas, excepto unos pequeños cuadrados de unos 15 centímetros de lado situados en la mitad, había sido idea de Aitá el dejar esos huecos para poder sacar un arma por el mismo en caso necesario.  Por el exterior habían colgado además varios neumáticos que actuaban a modo de parachoques por todo el perímetro del vetusto 4x4.

 

Gabi miró a su alrededor intentando atisbar cualquier posible movimiento, puso especial atención en la puerta del supermercado y del bar, a continuación dirigió su atención a los vehículos, las 4 puertas del Renault estaban abiertas y claramente se podía observar que no había nada en su interior, al contrario, las de los otros dos coches permanecían cerradas, el Citroen tenía toda su chapa abollada y arañada, parecía que le hubiese caído encima una lluvia de agujas afiladas que hubiesen tatuado la carrocería con miles de pequeñas rayas, Gabriela se estremeció pensando en que lo que habían producido aquellos arañazos, no había sido ningún objetos, sino, posiblemente uñas.  El coche se encontraba rodeado por un pequeño cinturón de cristales rotos, a través de la luna rota de su portón trasera se veía su interior, vacio.